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Enciclopedia Eorzea: Los doce II

Enciclopedia Eorzea: Los doce II

Os traemos página a página la Enciclopedia de Eorzea traducida al Español.
Con cientos de páginas que detallan todo, desde la historia y las culturas de Eorzea hasta su geografía y sus habitantes, este tomo elaborado por expertos es un verdadero tesoro de información inestimable.

La Enciclopedia de Eorzea ofrece una visión en profundidad de las ciudades-estado, las organizaciones y los personajes más importantes del reino, así como de sus diversas profesiones y sus principales practicantes. Los lectores también conocerán a los hombres bestia de Eorzea, sus culturas, costumbres y deidades, y obtendrán datos detallados sobre las innumerables criaturas del reino, desde las más tímidas hasta las más terroríficas.


LOS DOCE II

CREACIÓN

El mito de la creación en Eorzea ha adoptado innumerables formas a lo largo del tiempo. Un destacado astrólogo y teólogo, Lewphon de Sharlayan, ha dedicado su carrera académica a estudiar la coincidencia de estas interpretaciones y ha recopilado lo que, según él, es el relato definitivo.

EL MITO DE LA CREACIÓN
Al principio no había ni luz ni oscuridad. Sólo un Torbellino.
Y no fue hasta que Althyk emergió de allí en su desnudez, que el tiempo dio su primer paso hacia adelante.
Pero el Guardián también cargaba peso con él, y con el peso se definieron los reinos de la tierra y el firmamento.

Sin embargo, Althyk no estaría solo por mucho tiempo, pues pronto salió alguien más del torbellino.
Su nombre era Nymeia, y no era más que un bebé que lloraba, y pronto sus lágrimas crearon un gran lago.
Althyk, buscando compañía en el reino vacío de su creación,
tomó a la joven diosa bajo sus alas y la cuidó como a una hija.
Sin embargo, a medida que Nymeia crecía, también lo hacía su amor mutuo, hasta que ya no pudo contenerse,
culminando en una unión divina que resultó en el nacimiento de dos hijas santas:
Azeyma, el sol, y Menphina, la luna, y con su llegada se concibieron el día y la noche.

Así transcurrieron innumerables ciclos de luz y oscuridad antes de que, de nuevo, saliera alguien más del Torbellino.
Thaliak, portador de la sabiduría y el conocimiento, contempló el lago silencioso e inmutable que dejaron las lágrimas de Nymeia y sacó de él un río para llevar esa agua a los rincones más lejanos del reino.
Azeyma, atraída por la sagacidad de Thaliak, profesó su amor a la nueva deidad y le engendró dos hijas, la primera de las cuales fue Llymlaen, que tomó el agua creada por su abuela y la extendió en los mares del mundo.
La segunda hija fue la solitaria Nophica que, a falta de compañía,
creó sus propios compañeros de juego, y así trajo la vida al mundo.

No fue hasta que la vida se extendió por la tierra y los mares recién creados que apareció un nuevo dios,
aunque los demás no sabían de dónde, ya que el Torbellino permanecía inactivo.
Su nombre era Oschon, y por donde él vagaba se alzaban imponentes montañas sobre llanuras antes planas.
Con la formación de estas espirales, el viento frío fluía desde lo alto hasta los mares cálidos y volvía a subir,
llevando a los cielos la vida que antes estaba reservada a la tierra y al agua.

Esos vientos llevaron el amor al corazón de Llymlaen,
aunque Ella anhelaba estar con Oschon,
su afán por vagabundear impidió que los dos estuvieran unidos por mucho tiempo,
y he aquí que nunca engendraron hijos propios.
Esta fue una época de gran creación, pero también de gran caos.
Las montañas de Oschon se elevaban y caían a su antojo,
los ríos de Thaliak fluían de un lado a otro y los mares de Llymlaen se expandían sin cesar,
tragando franjas enteras de tierra antes de que los dioses supieran que habían desaparecido.
Para poner orden en este caos, Nymeia arrancó un poderoso cometa de los cielos y le dio vida, dirigiéndolo hacia el mundo para que destruyera el exceso que sus hijos e hijas habían provocado, al tiempo que devolvía la armonía al reino.

Y durante muchos días y noches el mundo estuvo en calma, los dioses contentos con el orden que ahora reinaba.
Hasta que el Torbellino despertó de su letargo y convocó a dos últimas deidades: Byregot y su hermana menor Halone.
Se temía que los indómitos y ambiciosos hermanos volvieran a sembrar el caos en el mundo,
así que para asegurarse de que fueran debidamente disciplinados,
Nymeia los convirtió rápidamente en pupilos de Rhalgr, el Destructor.
Constructor por naturaleza, Byregot se resentía de su nuevo padrastro, que sólo podía enseñarle a destruir,
eligiendo en su lugar pasar la mayor parte de su tiempo bajo la tutela de Thaliak.
El erudito le otorgó a su ansioso alumno los conocimientos que utilizaría
para forjar las herramientas y técnicas de la creación.
Aunque más abierta a las enseñanzas de su nuevo padre, Halone también se mostró inquieta,
deseando poner a prueba su fuerza.
La oportunidad surgió cuando Oschon invitó a la joven diosa a uno de sus viajes.
Fue durante estos viajes que la ambición de Halone se transformó lentamente en deseo de batalla.
Mientras estaban en camino, desafiaba a todas las criaturas que encontraba, perfeccionando sus habilidades e ideando metódicamente nuevas técnicas para matar.

Cuando Nophica, madre de la vida, se enteró de la destrucción de sus creaciones por parte de Halone,
se enfureció más allá de las palabras y juró vengarse, pero la Furia ignoró los desafíos de la Matrona, ampliando la brecha entre ambas.
Oschon, sintiéndose responsable de esta ruptura, ideó un plan para calmar a Nophica.
Desde el interior de las montañas de su creación, Oschon convocó una fuente de magma que brotó sobre la tierra.
Al enfriarse, el magma tomó la forma del duodécimo y último dios: Nald'thal de doble aspecto.
Con Nald'thal, Oschon había proporcionado un dios para supervisar las almas de aquellos que encontraban su muerte y proporcionarles paz en la otra vida.
Satisfecha de que sus creaciones ya no vagarían por el vacío sin rumbo, Nophica acordó una tregua con Halone.

Y con la llegada del duodécimo y último dios se completó el panteón.
Pero antes de que pudieran poner fin a su trabajo,
necesitaban un reino en el que pudieran residir y vigilar su miríada de creaciones.
Para ello, crearon los siete cielos, y allí se retiraron finalmente, legando el gobierno de Eorzea a la humanidad.

Traducción de la página 8 de la Enciclopedia de Eorzea por Lia Tales para Gaceta Eorzea.