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Relatos de la Guerra Canto de Dragón : Entre Amigos y Dragones

Relatos de la Guerra Canto de Dragón : Entre Amigos y Dragones

Después de mil años bajo el yugo de la iglesia, el pueblo de Ishgard da sus primeros pasos hacia una vida en convivencia con sus antaño enemigos, los dragones. A lo largo de ocho historias cortas, conoceremos un poco más sobre los protagonistas de esta guerra milenaria y nos adentraremos en sus recuerdos y las historias que marcaron su vida.

Traducción del relato original publicado en la lodestone.

Entre Amigos y Dragones

Se le escapó un suspiro cuando los vio: alas llenas de plumas, demasiado numerosas para contarlas, batiendo rítmicamente sobre su cabeza. Por suerte, los dragones no mostraron interés en él, un pastor solitario que cuidaba un rebaño apenas digno de ese nombre. No, sus ojos estaban puestos en algo más sustancial, y continuaron su curso hacia… Oh, no. El miedo se apoderó de él como un virus. Echó a correr, medio saltando, medio rodando por la ladera. Recuperando el rastro, los siguió hacia el este, hacia donde se dirigían los dragones, hacia el pueblo.

Después de lo que pareció una eternidad, el joven resbaló por la calle embarrada. Durante todo el camino, se había dicho a sí mismo que la aldea podría salvarse, que los dragones tenían planeado ir a otro lugar, pero ahora la verdad se imponía. La devastación se extendía ante él. Montones de madera astillada y escombros yacían en el lugar donde se encontraban las casas, mientras que los pajares, empapados por las recientes lluvias, arrojaban columnas de humo blanco. Aunque su pecho estaba a punto de estallar por su precipitada carrera, la visión de la carnicería le infundió una energía desesperada, y volvió a echar a correr. A pesar de que el humo acre le ahogaba los pulmones y le escocía los ojos, no aminoró el paso. ¡Por favor, Halone! Por favor, que estén a salvo.

Pero la Furia no le oyó. Al doblar la esquina, el corazón se le atascó en la garganta al ver los restos de su casa. El techo había caído sobre sí mismo, derribando una de las paredes. Al pasar la valla astillada, encontró a sus padres. El brazo de su padre yacía sobre su madre como si la protegiera del viento, pero la tierra quemada contaba una historia diferente. A pesar de que un entumecimiento mortal había comenzado a apoderarse de él, sus piernas siguieron moviéndose por sí solas, llevándolo al interior de la casa de campo. Allí descubrió a su hermano menor tirado en el suelo, con el cuerpo oculto por la mampostería caída. Su rostro estaba intacto por la violencia, su expresión era serena. A simple vista, parecía que simplemente estaba dormido y que abriría los ojos en cualquier momento. Habría dado cualquier cosa por que así fuera.

Extinguida toda esperanza, las fuerzas del muchacho acabaron por abandonarlo y cayó de rodillas. Con una mano temblorosa, se acercó a acariciar el pelo blanco como la nieve de su hermano, con lágrimas que dibujaban pálidas líneas en sus mejillas ennegrecidas por el hollín. Pero la pena pronto dio paso a la rabia. Maldijo a Nidhogg y a su prole por atacar su pueblo natal, Ferndale y arrebatarle todo lo que apreciaba. Y maldijo al destino por condenarlo a seguir viviendo.

- ¡Ey! ¡Despierta! ¿Todavía vives, verdad? - guiado por la voz del hombre Estinien despertó de su pesadilla.
- ¿Al… Alberic? - A través de sus ojos borrosos, distinguió una silueta masculina. Con la cabeza nublada, murmuró el primer nombre que le vino a la mente, el de su maestro y mentor. Sin embargo, parecía tratarse de una persona diferente.
- ¿Sir Alberic? Parece que aún estás algo confuso. Toma, bebe esto y aclara tu mente.

Estinien aceptó agradecido el pellejo ofrecido y bebió con avidez, el agua alivió su garganta reseca y restauró sus sentidos. Tras una larga pausa, echó una mirada al hombre de pelo oscuro que estaba agachado a su lado con mirada preocupada en su rostro. Su armadura lo identificaba como un Caballero del Templo. Según sus cálculos, probablemente no superaba los veinte años, al igual que él. Estinien lo había visto antes, pero no tenía un nombre que ponerle a su cara. Desde que se unió a la orden, siempre había sido una especie de lobo solitario, evitando el contacto con sus camaradas en favor de perfeccionar su habilidad con la lanza para poder cazar dragones.

- Gracias. Siento haberte causado problemas eh…- comenzó a decir Estinien sin ser capaz de continuar la frase.
- Vaya vaya, ¿así que a pesar de estar en el mismo batallón ni siquiera recuerdas mi nombre? - respondió el caballero de pelo oscuro, con un toque de diversión en su voz. - Mi nombre es Aymeric, y me temo que somos los únicos supervivientes.

Aymeric

Dicho esto, Estinien miró a su alrededor y respiró hondo. El campo calcinado estaba sembrado con los cuerpos de una docena de caballeros, sus armaduras ennegrecidas y su piel completamente quemada. Al ver la escena, finalmente recordó lo que había pasado.

Él y su unidad habían sido enviados a Ever Lakes en respuesta a un avistamiento de dragones. Mientras atravesaban un terreno montañoso, una enorme bestia roja había descendido sobre ellos. La mitad pereció ante su abrasador aliento antes de que pudieran sacar sus armas. Liderando el contraataque, Estinien había logrado herir y repeler al dragón, pero aparentemente había inhalado una gran cantidad de humo lo que hizo que se desplomara. Aunque el aire se había despejado, el hedor de la hierba quemada aún persistía. Combustible para ese maldito sueño. El recuerdo, junto con la escena de la carnicería, avivó en él un fuego que siempre ardía: la venganza. Los asesinos de mis padres…de mi hermano… no dejaré que un sólo dragón quede con vida.

- Tener mala suerte es lo único que se me da bien. - Estinien se puso en pie. Todavía algo mareado cogió una lanza de un cadáver cercano para reemplazar la que había perdido y, satisfecho con su punta, se dio la vuelta para marcharse.
- ¡Ey! ¡Para volver a la Santa Sede hay que ir en la dirección contraria! - gritó el caballero de pelo negro llamado Aymeric intentando detenerle.
- Ya que te has salvado deberías volver a la capital. Yo iré a arreglar cuentas.
- ¡¿Piensas ir a cazarlo tú sólo?! ¡¡Es una locura!! Para empezar aunque quisieras perseguirle, ¡ni siquiera sabes a dónde ha ido el dragón que nos atacó!

Estinien miró hacia atrás y sonrió.

- Antes de desmayarme clavé una lanza en su vientre. Mira este rastro de sangre…si lo sigo seré capaz de alcanzarlo. - Una vez dicho esto, giró sobre sus talones y se alejó antes de que Aymeric pudiera pronunciar una palabra más. El pago por haberle mostrado aquel sueño sobre su hermano, debía ser devuelto.

Después de horas de persecución, Estinien finalmente encontró a su presa.
El sanguíneo sendero que le había llevado por colinas y valles, bosques y llanuras, al final descendía por un barranco, donde de repente se desviaba y desaparecía en una cueva. Estinien respiró profundamente y entró, mientras sus ojos se adaptaban gradualmente a la oscuridad. Y allí, a unos cien pasos, en el extremo más alejado, estaba a su presa, con su forma escamosa acurrucada y herida.

- A mi tampoco me quedan muchas fuerzas, ¡así que acabemos rápido con esto!

Estinien desenfundó su lanza, comprobando su agarre una y otra vez para asegurarse. Luego cargó. La ráfaga de pisadas despertó al dragón, que se encabritó con furia y bramó un desafío ensordecedor. Al instante siguiente, de sus fauces brotó un chorro de llamas arremolinadas. Anticipándose a ello, Estinien se lanzó lejos del calor abrasador, rodó y se puso de pie a una distancia prudencial. Sin dudarlo, golpeó el ala del dragón, desgarrando la piel curtida, y fue recompensado con un aullido de dolor.

- Jejeje, ya no podrás huir volando…¡aunque seguramente no hubieras sido capaz de hacerlo en esta estrecha cueva!

Pero su enemigo no tenía intención de huir. No, ansiaba su sangre más que nunca, y se lanzó a por él con ganas de venganza. Así comenzó el juego del gato y el ratón.

El dragón atacó con fuego, colmillos y garras. Utilizando la disposición de la caverna a su favor, Estinien logró evadir lo peor de su ira, devolviendo el golpe cuando se presentaba la oportunidad. Y así continuó la danza durante un tiempo, sin que ninguno de los bandos lograra imponerse. Sin embargo, los rigores de la batalla empezaron a afectar a Estinien, y su lanza se hizo pesada en sus manos. Tengo que acabar con esto cuanto antes…

Al final, la propia caverna fue la primera en sucumbir. Sacudida por innumerables golpes, un grupo de rocas se desprendió y llovió sobre Estinien sin previo aviso. Aunque se las arregló para alejarse a tiempo, se encontró a pocos metros de su enemigo. Demasiado cerca de hecho. La cola del dragón lo alcanzó de lleno en el pecho, haciéndolo volar contra la pared de la caverna. Se desplomó en el suelo, sin aliento, y se quedó sin fuerzas mientras su enemigo se acercaba para asestarle el golpe de gracia.

- Así que este es el final… - con la visión ya oscurecida, se aferró a su conciencia e intentó que su cuerpo se moviera. Pero no le obedecía.

Un instante después, el dragón se cernió sobre él, con sus ojos fundidos impregnados de odio, y el tiempo pareció ralentizarse. Observó impotente cómo la bestia llenaba sus pulmones, y miró sus fauces mientras la muerte ardiente brotaba de su interior y comenzaba a arrastrarse hacia él. Pero cuando parecía seguro que iba a ser engullido, la cabeza de la criatura se tambaleó hacia un lado, derramando fuego por todas partes y en ninguna parte en concreto. Estinien no se detuvo a preguntarse por qué.

Haciendo acopio de lo que le quedaba de fuerza, saltó al aire. Y a la altura de su salto, se convirtió en uno con su lanza y descendió, trazando un arco digno del mismísimo Dragón Azul. Con toda la fuerza de su peso, cayó sobre su enemigo. La bestia se estremeció, se desplomó en el suelo y se quedó quieta.

Estinien

Y así fue como Estinien cazó a su primer dragón. Sólo entonces se dio cuenta de la flecha que sobresalía de uno de sus ojos. Momentos después, una figura conocida salió de las sombras para situarse a su lado, con un arco largo en la mano. Estinien frunció el ceño.

- Tu…¿no volviste a casa?
- No digas tonterías. No soy tan despiadado como para abandonar a un compañero herido al que le ha dado por ir a cazar un dragón él sólo.
- Gracias. Siento haberte causado problemas eh… - una sonrisa amarga se formó en los labios del joven de cabello azabache.
- Con esta ya me debes dos. Cuando volvamos a la capital tendrás que invitarme a una cerveza. ¡Ah y por cierto! Mi nombre es Aymeric, será mejor que al menos recuerdes el nombre del hombre que se convertirá en tu mejor amigo. - Esta vez fue el turno de Estinien que no pudo evitar devolverle una sonrisa amarga.

Aymeric y Estinien