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Relatos del Crepúsculo : Abre el corazón a la verdad

Relatos del Crepúsculo : Abre el corazón a la verdad

La siguiente entrega de Relatos del Crepúsculo ya está disponible para vuestra lectura. Os invitamos a leer esta historia de autodescubrimiento:
Traducción desde el relato original publicado en la lodestone.

Abre el corazón a la verdad

En el año 1572 de la Sexta Era Astral, la ciudad-estado de Gridania se vio acosada por múltiples crisis. Desde el exterior, los refugiados de Ala Mhigo inundaron Black Shroud, temiendo la invasión y el sometimiento a manos del Imperio Garleano. En el Bosque de los Doce, los ixal burlaron a los centinelas para talar árboles sagrados y, a su vez, ofrecieron los troncos tallados como ofrenda a Garuda.

Fue en medio de esta agitación cuando los Arcontes de Sharlayan llegaron con una petición monumental. Suplicaron a las ciudades-estado de Eorzea que miraran más allá de sus fronteras y se unieran a sus vecinos en una causa común una vez más: revivir la Alianza de Eorzea.

Esta audaz petición no podía ser considerada en su totalidad hasta que no se respondiera a muchas preguntas, por lo que se convocó el Consejo de Sembradores. Formado por los dotados “Oyentes”, que podían escuchar las voces de los elementales, el consejo gobernaba Gridania de acuerdo con la voluntad del hombre y del elemental, ambos por igual. Sin embargo, los espíritus del bosque no hablaban como las personas, ya que sus pensamientos eran transportados por ondas de éter. Cualquier esfuerzo por traducirlos en palabras era, en el mejor de los casos, una interpretación de su intención.

Por eso, al traducir la voluntad del espíritu a un lenguaje humano, era usual agregar una interpretación más o menos arbitraria, no por el deseo de engañar o manipular, sino por necesidad, pero a menudo esto conducía a desacuerdos. Cuanto más importantes eran las voces relacionadas con la políticas, más confuso era el debate sobre la interpretación y más a menudo se llegaba finalmente a que se resolviese mediante una votación.

Tales eran las circunstancias en los mejores tiempos. Ahora, sin embargo, las caóticas fluctuaciones de las corrientes etéreas confundían al más avezado de los oyentes. El aire estaba cargado de urgencia, pero no podían discernir ningún significado en el marasmo de emociones. Todos los ojos del Puesto del Loto miraron a su líder en busca de claridad: La Anciana Sembradora, Kan-E-Senna.

Demostrando un talento singular para la magia, incluso para los estándares de un hyur, la Anciana Sembradora siempre llamó la atención de los demás. Esto se debía en gran medida a los cuernos que le crecían en la cabeza y que la marcaban como una Padjal, una hyur bendecida y poseedora de una extraña habilidad para comunicarse con el bosque. Sus dotes naturales y su inquebrantable determinación hicieron que, antes de cumplir su duodécimo verano, Kan-E-Senna fuera elegida como Anciana Sembradora por el Gran Espíritu, para que pudiera liderar el Consejo de Sembradores.

Aunque la mayor parte de su vida desde entonces la había pasado en tranquila soledad, asistía a todas las reuniones del consejo y servía de voz mediadora cuando las discusiones subían de tono. Escuchaba a los elementales con más agudeza que nadie, y podía adivinar sus intenciones cuando nadie más podía hacerlo.

Y así, en esta ocasión trascendental, el futuro de una nación y de su pueblo sería dictado por sus palabras.

“Los elementales deben tener una voz, y me corresponde a mí dársela. De no poder hacerlo seré un fracaso como Anciana Sembradora….”

Kan-E se abrió al éter del Bosque de los Doce, y al instante sintió el clamor de los elementales, cuyo pavor y terror amenazaban con engullirla. Se concentró y trató de entender la confusión. Sin embargo, tan pronto como una imagen comenzaba a formarse en su mente, era arrastrada por una oleada de intensa emoción.

Por primera vez en su vida, los pensamientos de los elementales estaban demasiado enredados para que incluso Kan-E pudiera desentrañarlos. No se atrevía a compartir esto con el consejo; la Anciana Sembradora era la cuidadora de Gridania, y si la fe de la gente en ella se tambaleaba, todo podría caer en la ruina. Pero, del mismo modo, no podía tergiversar a los elementales, aunque sólo fuera para pedir un breve indulto. Hacerlo sería una traición a su posición y a su don, y seguramente invocaría la ira de los guardianes del bosque.

Kan-E se quedó muda ante el consejo. “No sé qué hacer.”

Antes de que pudiera orientarse, los espíritus volvieron a gritar; el éter surgió y chocó contra ella, y cuando se retiró, sólo quedó el silencioso murmullo de los atribulados Oyentes.

“La voz de los espíritus se detuvo….”

El bosque se había quedado en silencio. Aunque nadie podía saber en lo que ella pensaba, la expresión de la Anciana Sembradora dejaba claro que algo había ido terriblemente mal. Los Oyentes empezaron a discutir, a hablar por encima de los demás, a especular sobre lo que decían los elementales, mientras Kan-E hacía oídos sordos. Ella era la única que ya no podía escuchar las voces de los elementales. Al darse cuenta de la situación, intentó fingir estar tranquila y anunció el fin de la reunión.

Kan-E había sido rechazada. Tratando de alejar el pánico de su mente, comenzó a buscar relatos de incidentes similares. Revisó las actas de las reuniones anteriores del consejo, estudió las crónicas de los historiadores e indagó discretamente en los relatos de los bardos y juglares ambulantes. Cada vez que encontraba una historia que se parecía a la suya, se esforzaba por recrear los hechos que habían llevado al triunfo en aquellas ocasiones. Ceremonias para apaciguar a los dioses olvidados, oraciones y rituales esotéricos, meditaciones oscuras de dudosa intención… intentó todos los métodos, ya que la Anciana Sembradora no escatimaba esfuerzos. Sin embargo, los elementales permanecieron en silencio.

Al no poder más, recurrió a los textos de instrucción para conjuradores principiantes. Para agravar su frustración, Kan-E se dio cuenta de que aún no había interiorizado algunas de estas lecciones más básicas, ya que le había costado encontrar tiempo para sus estudios en los años siguientes a su nombramiento. Decidió subsanar sus deficiencias y aprender todo lo que pudiera sobre los elementales, y se sumergió en las historias de la Quinta Era Astral, que hablaban de un Bosque de los Doce antes del surgimiento de Gelmorra. Sin embargo, aunque la amplitud de los conocimientos de Kan-E crecía a pasos agigantados, las respuestas que deseaba desesperadamente seguían eludiéndola.

“No puedo liderar si no puedo cumplir con mi deber más importante. Sin el juicio de los elementales, todos los asuntos de Gridania se paralizarán.” Así que, sin otras opciones, Kan-E fue a ver a un viejo amigo y mentor: A-Pitat-Rapa.

El antiguo anciano sembrador, que se decía que tenía casi tres siglos de edad, se había visto obligado a retirarse a las montañas debido a sus problemas de salud, para poder vivir los días que le quedaban sin la carga del liderazgo y sus interminables exigencias. Sin embargo, cuando su sucesora llegó a su puerta con las cejas fruncidas, la invitó a entrar en su casa con una cálida sonrisa.

“¿No has venido sólo de visita cierto? Cuéntame qué es lo que te preocupa.”

Habían pasado diez años desde la última vez que se vieron, cuando Kan-E tomó el relevo de A-Pitat. Algunos miembros del Consejo de Sembradores habían mirado a la joven Padjal con escepticismo, y no tenían escrúpulos en dar a conocer sus opiniones, incluso ante la bendición del Gran Espíritu. Fue el respaldo de A-Pitat lo que les tranquilizó, ya que si el propio Anciano Sembrador respondía por ella, ¿qué motivo tenían para contradecirle?

Tal vez no deberían haber retirado tan rápidamente sus objeciones. Tan grande era su vergüenza que, a pesar de haber llegado a confiar en su mentor, no podía compartir el detalle más vergonzoso: que los elementales la habían abandonado. A-Pitat se sentó y asintió mientras relataba su historia, observando cómo una década de servicio había ahondado las arrugas de su rostro, por lo demás juvenil.

Kan-E había previsto muchas reacciones a su relato, pero su risa amable no estaba entre ellas.

“Qué ironía que no puedas oír a los elementales, teniendo en cuenta lo parecidos que sois ahora”, dijo. La joven Padjal se quedó sin palabras, como lo había hecho no hace mucho ante el Consejo de Sembradores. Afortunadamente, a diferencia de los elementales, A-Pitat pudo aclarar su intención.”Qué ironía que no puedas oír a los elementales, teniendo en cuenta lo parecidos que sois ahora”, dijo. La joven Padjal se quedó sin palabras, como lo había hecho no hace mucho ante el Consejo de Sembradores. Afortunadamente, a diferencia de los elementales, A-Pitat pudo aclarar su intención.

“Hablas de problemas, pero no das voz a los más oscuros en tu interior. Escuchar no es la única forma de mantener una conversación. No responder es lo mismo que no querer escuchar.”

Kan-E sintió que esas palabras la despertaron.¿Realmente estaba tratando de hablar con los espíritus del consejo en ese momento? Antes de que Kan-E pudiera reunir una respuesta, un grito estridente procedente del exterior de la ventana la devolvió a la realidad.

“¡Anciana Sembradora! ¡Ven rápido, kupo! Necesitamos tu ayuda kupoo~” dijo el angustiado moguri, indicando a Kan-E que la siguiera.

Con una brusca despedida, salió de la casa de A-Pitat y corrió tras el moguri hasta llegar a un pequeño claro en el que yacía un pálido A-Ruhn, el hermano pequeño de Kan-E. Junto a él estaba su hermana, Raya-O, cuya expresión grave lo decía todo.

Kan-E se unió a ella al lado de A-Ruhn y lo llamó por su nombre, sólo para oírlo responder en una lengua extraña antes de sufrir convulsiones y vaciar el contenido de su estómago sobre la hierba verde.

“Esto es culpa mía”. Al no poder depender del Anciano Sembrador, los elementales intentaban hablar a través de A-Ruhn. El repentino tumulto de éter era demasiado para soportar, y quemaba su cuerpo como una fiebre. No sobreviviría mucho más tiempo.

“¡A-Ruhn está sufriendo mucho! Hermana, haz algo”. gritó Raya-O.

Mientras Kan-E alzaba las manos y empezaba a utilizar sus magias, fue golpeada por una epifanía. Pide y te responderán. Una cosa sencilla, pedir ayuda, pero durante mucho tiempo no pudo hacerlo. “Mi deber. Mi responsabilidad. Mi carga.”

Pero no tenía por qué ser así.

Kan-E tomó a A-Ruhn en sus brazos y lo llevó al Árbol Guardián. Dentro de este árbol, el más antiguo del Bosque de los Doce, residía el Gran Espíritu.

“Oh, Gran Espíritu, vengo ante ti con una confesión”, comenzó, pero a pesar de que se trataba del árbol donde dormitaba el Gran Espíritu, Kan-E no podía escuchar nada. Raya-O apoyó a su hermano contra el antiguo tronco, pero su sufrimiento no disminuyó.

Lo único que podía, y debía hacer ahora Kan-E, era admitir el error que cometió en ese momento en el consejo.

Kan-E-Senna

“Intentasteis comunicarnos el temor y la impaciencia por los hechos que se avecinan ante un desastre inminente, alzastéis la voz para advertirnos de la importancia de este asunto, pero yo… no pude escuchar vuestra voz…..”

Al oír esto, los ojos de Raya-O se abrieron de par en par por la sorpresa.

“Pero mi verdadero fallo fue que mantuve este hecho oculto por mi propio bien. Me negué a compartir mi situación con aquellos que me buscaban como guía, y con mi mentor, que ha confiado en mí, para evitar ver la decepción en sus rostros. Así que no es de extrañar que dejarais de hablarme…. ¿por qué confiar el futuro del bosque a una persona tan egoísta?”.

No había viento, pero las ramas del árbol empezaron a balancearse y a temblar.

“Pido disculpas por ese error. Y me gustaría deciros lo que realmente debí haber dicho en ese momento. Todavía soy muy inexperta, y es posible que no pueda cumplir con vuestras expectativas, sin embargo, quiero que juntos podamos dar forma a un buen futuro para el Bosque de los Doce y todas las vidas que viven en él. Este sentimiento es real, y no hay mentiras en él. Así que ¡por favor! ¡calma tu corazón furioso y déjame escuchar tu dulce voz de nuevo!”

Mientras Kan-E terminaba su súplica al Gran Espíritu, la respiración agitada de A-Ruhn se calmó. Lentamente, comenzó a pronunciar palabras, como si se esmerara en elegir cada una de ellas.

De este modo, Kan-E se dirigía a los elementales, A-Ruhn decía su respuesta y Raya-O escuchaba. Los tres hermanos trabajaron en conjunto y juntos dieron forma al antes ininteligible mensaje.

“Dentro de la luna se agita nuestra perdición”.

Con esta grave revelación, los problemas menores de Gridania quedaron eclipsados por lo que se vislumbraba en el horizonte. La destrucción de toda Eorzea. Una calamidad que habría permanecido imprevista de no ser por los esfuerzos de los tres Padjal.

“Todo ha sido gracias a mis hermanos. Si les hubiera consultado antes….”

En ese momento, Kan-E concibió un plan. Un plan que sorprendió a sus hermanos por su audacia, pero que pronto estuvieron de acuerdo en que era sabio. A pesar de la aniquilación profetizada, la Anciana Sembradora había encontrado una esperanza renovada. Cuando Kan-E, que se sintió aliviada, miró hacia el anciano árbol y sonrió, una suave brisa agitó las ramas y algo cayó en su mano. “Un regalo… y una promesa.”

Al regresar a Gridania, Kan-E volvió a convocar el Consejo de Sembradores, y cuando los Oyentes llegaron al Puesto de Loto, fueron recibidos por una visión desconcertante. La anciana Sembradora estaba presente, al igual que su hermano y su hermana, que no eran oficialmente miembros del consejo. A-Pitat, a quien apenas se había visto desde su retiro y convalecencia, también estaba presente. Pero su sorpresa ante estos invitados inesperados palideció en comparación con su horror cuando Kan-E habló y confesó que no había podido escuchar a los elementales.

“Afortunadamente, con la ayuda de Raya-O y A-Ruhn los elementales se calmaron, y su advertencia fue finalmente comprendida”, dijo. Al instante, los Oyentes comenzaron a susurrar entre ellos, pero cuando Kan-E les habló de la Calamidad que se avecinaba, guardaron un silencio sepulcral.

“Las pruebas que se avecinan serán mayores que cualquiera de las que hemos afrontado, y no poseo la fuerza necesaria para guiaros sola. Confesé esta debilidad y esta duda, esta verdad, y después recibí del Árbol Guardián este don”.

Kan-E sacó y sostuvo en alto un bastón.

“Este es Claustrum, que me ha sido otorgado por el Gran Espíritu. Los elementales suelen hablar en clave, pero la intención del Gran Espíritu en este asunto es clara: mis hermanos y yo debemos trabajar como uno solo para que los elementales puedan ser escuchados.” Claustrum, una llave, la llave que abrió su corazón cerrado. Un recordatorio constante de que la verdadera fuerza reside en el valor de desnudar tu alma y pedir ayuda.

“A partir de este día, propongo que los deberes de Anciano Sembrador sean llevados a cabo no por uno, sino por tres”. Sus hermanos miraron a los oyentes reunidos con una determinación que nadie pondría en duda. Al ver esto, A-Pitat dio un paso adelante y habló.

“Tres corazones unidos en un solo propósito. Sin duda, los elementales se alegrarán de esta noticia y, junto con los Sembradores, guiarán al pueblo del Bosque de los Doce hacia un futuro brillante”.

Como primer acto, el trío de Sembradores se inspiró en los estudios de Kan-E sobre la Quinta Era Astral y propuso la reforma de las Grandes Compañías y el restablecimiento de la Orden del Twin Adder. Los Arcontes de Sharlayan habían ofrecido un consejo similar, y la aparición de una amenaza compartida proporcionó el impulso necesario para que las ciudades-estado de Eorzea se unieran con espíritu de cooperación.

Satisfecho, A-Pitat regresó a su hogar para vivir el resto de sus días en paz, aunque Kan-E volvería a llamarle muchas veces antes de fallecer. En una de sus últimas conversaciones, le dijo:

“Incluso aquellos que son llamados genios, pueden perderse en el camino. Por eso a veces es necesario detenerse, y pararse a pensar con calma cuál es el camino correcto. Sin embargo, el camino que elijas será sólo decisión tuya. Si crees firmemente en el camino que has escogido, tus pasos serán sólidos. “

“En ese caso, me aseguraré de caminar siempre con un corazón que no se mienta a sí mismo. Ahora por fin lo entiendo. ¡El camino solo se abrirá ante un corazón sincero!”