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Relatos del Crepúsculo : El peso de las heridas y el deber

Relatos del Crepúsculo : El peso de las heridas y el deber

Para conmemorar el octavo aniversario de FINAL FANTASY XIV, presentamos una nueva colección de historias secundarias: Cuentos del Crepúsculo. Echa un vistazo a estos momentos cruciales de las vidas de nuestros queridos personajes del juego, comenzando por nuestra primera entrega:
Traducción desde el Japonés y el Inglés del relato original publicado en la lodestone.

El peso de las heridas y el deber

El canto de los pájaros y las risas flotaban en la brisa de la tarde mientras el Enclave de Doman disfrutaba de otro hermoso día. Yugiri regresaba del Rissai-juku, disfrutando del raro placer de un paseo tranquilo, cuando escuchó a varios niños que gritaban en el terreno baldío. Un escenario cotidiano de lo más normal, sin duda, sin embargo, debido a las palabras de aquellos pequeños espadachines, Yugiri de repente se detuvo y escuchó.

“¡Te equivocas! ¡Esa herida se la hizo peleando con un general imperial!”.

“¡Mentira, fue un tigre! ¡Le pilló desprevenido y le arañó la cabeza!”.

Otra discusión sobre el origen de las cicatrices en la frente de Lord Hien. Y cada afirmación se alejaba cada vez más de la verdad.

“¡Ambos estáis equivocados! ¡Se las hizo en un duelo contra el rey mono!”

Una batalla campal contra el rey mono era sin duda más imaginativo que la mayoría de los rumores que había escuchado. Y lo más cercano a la verdad en realidad. Aún así, no era más que otro mito, una mera fantasía. Yugiri podía decir esto con confianza, pues ella estaba allí aquel fatídico día en que Lord Hien recibió sus cicatrices más distintivas.


Cuando era una niña que aún vivía bajo las olas del Ruby Sea, Yugiri y los demás jóvenes de Sui-no-Sato tenían prohibido aventurarse más allá de la seguridad de la aldea. Sin embargo, una y otra vez los pequeños aventureros se escabullían de sus mayores para contemplar las maravillas del mundo de la superficie. Viajaron a Doma, pero lo que encontraron no era el orgulloso reino de la antigua leyenda. La ciudad en sí era una ruina, y soldados imperiales vestidos de negro marchaban por sus calles.

La visión de tal miseria y destrucción era más de lo que los niños podían soportar, así que corrieron, por encima de las raíces y debajo de las ramas, tan rápido como sus piernas les permitían. Estaban tan decididos a volver a casa que nadie se dio cuenta cuando Yugiri se quedó atrás. Pronto estuvo perdida y sola en los densos bosques de bambú de Yanxia. Pero no por mucho tiempo.

Entró en un claro en el que se encontraba un joven que sujetaba con firmeza en sus manos una espada de madera poco adecuada para su pequeño cuerpo. Sus golpes eran firmes y rítmicos, y sus ropas empapadas de sudor la llevaron a preguntarse cuánto tiempo llevaba con aquella tarea. El miedo de Yugiri ante su desconocido entorno dio paso a la curiosidad y preguntó sin pensar.

“¿Qué estás haciendo?”

Su espada no vaciló mientras seguía blandiendo y respondió.

“Entrenando. Si voy a luchar, para proteger a los que amo, debo hacerme más fuerte”.

“Pero… sólo eres un niño. ¿Contra quien luchas? ¿y a quien quieres proteger?”.

El niño se detuvo ante eso, y por fin miró a su inesperada espectadora.

“Tu… no parecer ser de por aquí” , declaró. “Soy Shun Rijin, un samurái de Doma. El deber de un samurái es proteger a su pueblo. Y para hacerlo debo entrenar y hacerme más fuerte”.

Un día el joven Shun, a quien Yugiri más adelante llamaría Hien, cumpliría con su deber y traería la libertad a su tierra natal, y aunque ella no lo supiera entonces, estaría a su lado. Al enterarse de la procedencia de la joven Aura, el joven Shun la llevó amablemente de vuelta a la orilla oriental, para que pudiera regresar al pueblo de Sui, pero Yugiri jamás olvidaría los acontecimientos de ese día. Por fin estaba a salvo, pero por cuánto tiempo….

Era sólo cuestión de tiempo antes de que el Imperio se adentrara en las profundidades del Ruby Sea, y el pueblo de Sui-no-Sato no tendría ninguna esperanza de resistir un asalto imperial. No a menos que ella estuviera preparada para defenderlo. Al día siguiente, regresó a la superficie para reunirse con Shun en el bosquecillo de bambú, y se esforzó por igualar sus movimientos con su propia espada de madera.

Todos los días se escabullía para entrenar con él, y cada día los dos se volvían más y más cercanos. Shun había encontrado una amiga muy necesaria con la que podía compartir todo, y a través de su amistad, una parte de la infancia que la guerra le había arrebatado. El sencillo juego del ishikeri① que ella le enseñó fue suficiente para que Shun se olvidara de las preocupaciones del mundo, aunque sólo fuera por un rato, y cuando Yugiri le explicó que los niños de Sui-no-Sato jugaban a ese tipo de juegos todo el tiempo, le impresionó el asombro y la envidia que había en sus ojos abiertos.②Al ver su reacción, recuerdo sentir pena por el hecho de que los niños de Doma no pudieran jugar tranquilamente bajo el yugo del Imperio. Para Shun, este bosque de bambú era el único lugar libre al que los guardias no podían acercarse. Les habían quitado tanto…. y era tanto lo que yo había dado por sentado.

El cielo estaba despejado y el sol brillaba cuando Yugiri llegó al bosquecillo de bambú para otra sesión de entrenamiento, sólo para encontrar a Shun sentado en silencio, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. El castillo de Doma había sufrido terribles daños cuando el Imperio lo invadió y asedió, y habiendo decidido repararlo y reutilizarlo, los garleanos habían comenzado a reclutar aldeanos en masa. Durante quince días, la gente se vio obligada a trabajar sin cesar, y sólo se concedía descanso a los que se desplomaban de agotamiento. Incapaz de ignorar su situación, Shun había acudido a su padre, Lord Kaien, el antiguo rey de la provincia imperial, y le había rogado que pusiera fin al sufrimiento. Que se levantara y luchara.

“No sabes lo que me pides, hijo mío. Lo que le pides a Doma”. Su padre gobernaba sólo de nombre -un títere del Imperio- y conocía bien el coste de la desobediencia. “Puedes pensar que es una cobardía o una falta de corazón aceptar este trato, pero lo hago para que mi pueblo perdure. Para que sobreviva…”

Shun había conseguido contener la ira y guardar silencio ante su padre. Pero allí, en la arboleda con Yugiri, ya no pudo contener su creciente furia, y las lágrimas ahora fluían sin control.

“¡Tengo que ayudarles! Tengo que hacerlo”. Apartó la mirada, intentando en vano ocultar su rostro. “¡Soy un samurái de Doma, debo cumplir con mi deber!” Pero Yugiri no tenía palabras para consolarle, sólo su compañía. Así que se sentaron juntos en silencio y observaron las nubes que pasaban por encima de sus cabezas.

Al cabo de un rato, Shun se puso en pie. “Lo siento, Yugiri, pero tengo que volver a casa”. Ella vio cómo él seguía temblando, con los puños cerrados, y se negaba a mirarla. Me estás mintiendo.

Yugiri sintió que algo estaba mal, que Shun no era el tipo de chico que se daría por vencido tras llorar un poco, así que lo siguió, manteniéndose en las sombras, y como ella sospechaba, no regresó a la finca familiar, sino que viajó a lo largo del One River, hasta llegar a su verdadero destino, the Swallow’s Compass. Construido en homenaje a Ganen, su antepasado y el héroe legendario que unió a Doma, el mausoleo, antaño grandioso, estaba ahora en mal estado, y los imperiales rechazaban a todos los que peregrinaban allí. Pero pocos conocían los terrenos del mausoleo mejor que Shun y su familia, y Yugiri observó desde la distancia cómo el joven samurái se escabullía entre los guardias y desaparecía por un pasadizo oculto en la pared.

Mientras se arrastraba por los oscuros y mohosos pasillos, con los ojos fijos en Shun, el silencio se rompió con el rechinar de metal sobre metal. El chico se escondió tras la sombra de un pilar mientras Yugiri se escondió detrás de un gong cercano. Apenas se habían ocultado, una figura gargantuesca, revestida de acero, emergió de la oscuridad, con una joya brillante como símbolo de su corazón: un kiyofusa.

Shun sabía muy bien que el centinela desalmado estaba encargado de proteger los tesoros de la tumba de posibles ladrones. También sabía que no distinguía entre amigos y enemigos, por lo que aguantó la respiración, con la esperanza de no ser descubierto. Finalmente, el kiyofusa retrocedió en la oscuridad del mausoleo, lo que llevó a Shun a actuar. Yugiri saltó de su escondite para perseguirle, pero, con las prisas, hizo sonar el gong y, antes de que diera un par de pasos, un estruendo llenó el aire. El sonido del gong fue respondido por el traqueteo del acero cuando el kiyofusa regresó con la intención de acabar con el intruso.

El guardián se plantó sobre ella en un instante, con su monstruosa espada en alto. ¡Me va a matar…..!. La espada se acercaba y ella se agachó en el suelo y cerró los ojos para prepararse para el final. Yugiri se estremeció al oír el agudo chirrido del metal contra el metal, espada contra espada, y cuando abrió los ojos, vio a Shun de pie junto a ella, luchando por mantener a raya al centinela.

“¡Yugiri! ¡Atrás! Rápido”.

Aunque estaba casi congelada por el terror, Yugiri consiguió arrastrarse hasta un lugar seguro mientras Shun paraba los golpes del kiyofusa, haciendo que su espada se desviara hacia un lado. Sin embargo, el karakuri no se dejó amilanar y asestó un golpe ascendente que hizo caer a Shun hacia atrás. Consiguió desviar el golpe en el último momento y, aunque magullado, se creyó ileso… hasta que sintió el calor que brotaba de su frente.

“¡Cuando balancea su espada hay un segundo en que su punto débil queda al descubierto!”

El guardián no tardaría en derrotarle, pero había una cierta regularidad, un patrón predecible en sus movimientos. Shun sonrió: aún había esperanza, siempre que pudiera obligarlo a fallar por segunda vez.

El monstruo de acero giró su espada en un amplio arco una vez más, y aunque el chico se creyó preparado, con su engañosa velocidad el centinela estuvo a punto de cortarle la cabeza de nuevo.

“¡¡Ahora!!”

Pero Shun no dejó que otro corte le frenara. El kiyofusa se movió como antes para recuperarse del impulso de su propio ataque, y aprovechando la oportunidad, se acercó tanto como pudo, y con toda su fuerza, clavó su espada en el corazón cristalino del golem. La joya se hizo añicos, y al instante la montaña de metal se estrelló contra el suelo, convertida en un montón sin vida. Una victoria ganada con esfuerzo, sin duda, pero que no se atrevió a perder el tiempo saboreando, ya que no era más que uno de los muchos protectores del mausoleo.

“Tenemos que salir de aquí. Ahora”. susurró Shun mientras ayudaba a Yugiri a levantarse, y juntos volvieron sobre sus pasos rápida y silenciosamente, sin detenerse hasta que el aire fresco volvió a llenar sus pulmones. Lo que fuera que Shun quería conseguir había quedado ahora en el olvido, y una cruz de cicatrices frescas era la única recompensa a sus esfuerzos.

“Yo… te debo la vida”, comenzó Yugiri, pero su tranquilidad duró poco, pues pronto fueron descubiertos por un guardia imperial que hacía su ronda.

“¿Niños? ¿Cómo demonios habéis entrado? ¡El mausoleo tiene la entrada prohibida a todo el mundo! ¡Por decreto del virrey seréis ejecutados!” dijo el guardia mientras echaba mano a la espada que llevaba en la cadera.

“¡Por favor!” Suplicó Shun. “Ella está aquí sólo por mí. Perdónala, te lo ruego”. El chico se puso de rodillas y presionó su frente ensangrentada contra el suelo.

“Noble para alguien tan joven, lo reconozco. Pero…” Yugiri se quedó helada de miedo cuando el guardia sacó su espada. ¿Habían escapado de una muerte sólo para encontrarse con otra? Mi querido amigo va a ser ejecutado por mi culpa….las lágrimas comenzaron a agolparse por salir mientras la impotencia de no poder hacer nada abordaba a la pequeña.

“Espere un momento, ¿está seguro de querer ejecutar a ese joven sabiendo que es el heredero de Lord Kaien?”. El trío se giró y vio a Gosetsu, un honorable general, renombrado samurái y fiel servidor de la casa Rijin, de pie a cierta distancia. El guardia miró de nuevo a los niños, entornando los ojos hacia Shun en particular. La espada en sus manos temblaba.

“Tengo mis órdenes. Cualquiera que sea sorprendido invadiendo el mausoleo será ejecutado”. Apretó la empuñadura. “Sin excepciones”.

“Un hombre del deber, ya veo… Pero, ¿cómo piensa explicar que unos simples niños hayan podido colarse sin ser detectados? Me estremece pensar qué castigo podría imponer el virrey por semejante negligencia”.

Yugiri vio cómo la sangre se desvanecía en el rostro del soldado. Esas palabras habían sido el golpe decisivo. Lentamente bajó su espada, y luego la envainó. “…Fuera de aquí, entonces. Y que nadie más te vea”, dijo, antes de reanudar su patrulla.

“Semejante imprudencia no es digna del heredero de Doma, maestro Rijin. ¿Y si no hubiera llegado lo suficientemente rápido para disuadir al guardia?”

Levantándose del suelo, Shun no se atrevió a mirar a Gosetsu a los ojos. “Nuestra gente necesita ayuda. Yo… pensé que si podía encontrar al rey mono, él…”

“Qitian Dasheng sería, en efecto, un aliado formidable, si las historias de sus proezas son ciertas. Supongamos que tu plan hubiera tenido éxito, y que con su ayuda hubieras salvado a los obligados a reconstruir el castillo. ¿Qué pasaría entonces?”

Shun abrió la boca para hablar, pero ambos sabían que no tenía respuesta.

“Yo también deseo que nuestro pueblo se libre de la crueldad imperial, pero a los desertores les espera un destino mucho más cruel al ser recapturados. ¿Los someterás a ese riesgo? ¿Tienen siquiera la determinación de soportarlo?”

Shun temblaba ahora, y el imponente samurái se arrodilló y le habló con suavidad.

“Perdóname, maestro Rijin, pero sólo quiero recordarte la lección de tu padre. Que debes entender lo que le pides a tu gente. Lo que le pides a Doma”.

Yugiri vio a Shun lidiando con la verdad de las palabras del canoso samurái y no pudo evitar gritar.

“¡Shun me salvó a riesgo de su propia vida! ¡Así que perdónale por favor!”, dijo. Gosetsu escuchó entonces pacientemente a Yugiri que le relató la historia de cómo Shun había derrotado al karakuri, lo que les permitió escapar del mausoleo relativamente ilesos.

“Hmm, salvar a un amigo a riesgo de tu vida es un comportamiento muy noble mi señor. Lord Kaien estará orgulloso. En honor a semejante hazaña olvidémonos de lo que ha sucedido y volvamos al hogar.”

Con el tiempo, el castillo de Doma fue reconstruido, y a los reclutas se les permitió regresar a sus pueblos. Pero la arboleda de bambú donde dos niños habían jugado una vez sería abandonada, pues Shun se preparaba para entrenar bajo la atenta mirada de Gosetsu. Debíamos despedirnos.

“Mi padre tenía razón, por ahora debemos aguantar. No estamos preparados para oponernos al Imperio. Ni Doma…. ni sobre todo yo”. Para sorpresa de Yugiri, se permitió una sonrisa irónica. “Algún día, haré de Doma una tierra como Sui-no-Sato, donde los niños ríen y nadie vive con miedo, lo juro”.

Aunque no sabían cuándo podría llegar ese día, Yugiri no pudo evitar compartir su esperanza.

“¡Y yo! ¡Yo también quiero tener la fuerza para estar allí cuando lo hagas!”.

“Jeje ¡Te haré cumplir esa promesa!”

Así, el niño y la niña se separaron. Se volverían a encontrar años después. En ese momento, Yugiri como una joven que había dominado la técnica ninja en la “Aldea Oculta”③, y Hien como un samurái en toda regla que ya había recibido su genpuku④.


El sonido de las piedras golpeando despertó a Yugiri de sus recuerdos. Los niños habían dejado de reñir y estaban enfrascados jugando al ishikeri. Porque Doma era ahora un país en el que los niños podían jugar y reír en paz.

Yugiri

“¡Oh! ¡Ishikeri! ¿Tenéis espacio para uno más?”

Yugiri sonrió cuando vio a un samurái con una herida cruzada en la frente aparecer y sumarse al corro de los niños. En muchos sentidos, seguía siendo un niño de corazón. Un niño de corazón… y un hombre de palabra que, ciertamente, logró cumplir su voto.

Notas de Traducción:

①.Ishikeri: 「石蹴り」o Ishikeri como le han llamado tanto en japonés como en inglés, vendría a ser el juego que en españa se conoce comúnmente como la rayuela:

Yugiri

②.Hay varias partes del relato en que Yugiri habla en primera persona, marcadas en el texto en cursiva.
③.Aldea Oculta: 「隠れ里」o Kakurezato en japonés. La traducción sería Aldea Oculta.
④.Genpuku: 元服 o Genpuku. Ritual que se solía hacer en las familias de samurái que marca la mayoría de edad en un joven.