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Relatos de la Guerra Canto de Dragón : La Diosa del Hielo

Relatos de la Guerra Canto de Dragón : La Diosa del Hielo

Después de mil años bajo el yugo de la iglesia, el pueblo de Ishgard da sus primeros pasos hacia una vida en convivencia con sus antaño enemigos, los dragones. A lo largo de ocho historias cortas, conoceremos un poco más sobre los protagonistas de esta guerra milenaria y nos adentraremos en sus recuerdos y las historias que marcaron su vida.

Traducción del relato original publicado en la lodestone.

La Diosa del Hielo

Ysayle apretó el cristal, azul como el agua más pura convertida en hielo, con todas sus fuerzas y luego abrió lentamente la mano. Volviendo la mirada al cielo, suspiró y siguió adelante.

A través de los adoquines agrietados y subiendo los antiguos escalones recordó la última vez que había caminado por ese sendero. A través del antiguo arco y sobre la piedra caída habían caminado una vez junto a ella el Guerrero de la Luz que una vez fue su adversario, el joven Scion y, el dragoon azul, con el que pensó que nunca podría llevarse bien. Un viaje con una extraña combinación de compañeros que había culminado allí en el Mar de Nubes.Un viaje tan largo… y todo para nada. Su tan esperado encuentro con el dragón sagrado Hraesvelgr no había resultado más que en una decepción.

-No eres más que una sombra conjurada por tu propia fantasía.

Zenith era el lugar donde todo había llegado a su fin, donde su amado la había llamado impostora y tonta. Donde sus compañeros le habían dado la espalda a la paz y eligieron terminar la Guerra Canción de Dragón derrotando al malvado Nidhogg. No había podido detener la guerra, pero al menos pudo detener la invasión de la capital por parte de sus camaradas.

-Todo comenzó con ese encuentro…

5 años atrás, se había refugiado de la nieve en las tierras altas de Dravania, y mientras vagaba por esos campos desconocidos había sido sorprendida por el gran wyrm Hraesvelgr, que había descendido de los cielos para cazar. ¿Fue una simple coincidencia, o quizás las estrellas guiaron sus caminos? Al menos así lo creía ella.

“Escucha… Siente… Piensa…”

Una vez que escuchó la voluntad de la estrella, pudo enfrentarse a la verdad. Habiendo vislumbrado la verdad detrás de una mentira de mil años, escuchó el réquiem eterno del wyrm cantado por su hermana asesinada y sintió su tristeza. Eligiendo el camino de la herejía, ¿qué podía hacer sino hablar? Y así, tras años de misivas codificadas y reuniones a medianoche, había conseguido un rebaño que la llamaría “La Sacerdotisa del Hielo”. Todo para liderar la batalla con el propósito de derrocar al Sumo Sacerdote de la capital de Ishgard.

-Creí que si derrocábamos al Sumo Sacerdote, y le contábamos la verdad a las gentes cansadas de esta guerra sin fin, todo terminaría…

-Pero no fue así, ¿verdad?

Ysayle asintió ante la pregunta hecha en el idioma de los antiguos dragones. Sintió los dos ojos de Hraesvelgr, que por fin había recuperado, sobre ella mientras su voz resonaba en su mente, cada palabra era una daga en su corazón. No podía soportarlo más, así que apartó la mirada.

Hraesvelgr y Ysayle

-Yo…junto con mis compañeros ayudé a romper la barrera mágica y permití la entrada de la prole de Nidhogg a la capital, porque creí que ellos derrotarían al Sumo Sacerdote…

Ella no sabía cuáles eran las intenciones de las gente de Ul’dah. Pero habían llegado demasiado lejos para volver atrás. Y así se cerró el trato, y el mercader les proporcionó los suministros y la información que necesitaban. Mientras el señor comandante de los Caballeros del Templo y sus aliados celebraban su victoria, ellos terminarían lo que Vishap había comenzado. Y así lo hicieron.

Pero al contrario de lo que Ysayle esperaba, los dragones no apuntaron a la Santa Sede. Embriagados por su oportunidad de venganza, aprovecharon para atacar a los débiles nada más entraron a la capital. Después de contemplar con sus propios ojos todo el dolor y la destrucción causados en los barrios más pobres, finalmente se dio cuenta de lo que había hecho.

-Qué niña tan tonta…

Por fin Ysayle, estaba dispuesta a afrontar la mirada del dragón directamente.

-Sí, soy una tonta…tanto las traiciones del pasado, como los sentimientos de Shiva, la ira de los dragones…interpreté todo de manera conveniente para mí y cometí pecados irreparables. Por eso…tengo que expiar estos pecados de algún modo…

¿Acaso no había viajado con el Guerrero de la Luz por esa misma razón?
Sí, así era. Y por eso caminaría una vez más junto al Guerrero de la Luz. No sabía lo que les depararía el futuro, pero estaba segura de que, juntos, encontrarían una respuesta. En él había un verdadero amigo y compañero, a diferencia de sus camaradas que simplemente creyeron ciegamente en ella y dirigieron su odio hacia el Sumo Sacerdote y los aristócratas.

-¿Irás con ellos?

-Sí, iré con ellos, con el Guerrero de la Luz y los demás. Quiero ayudar a su causa una vez más. Pero no sé adónde han ido…

Hraesvelgr enseñó los dientes ligeramente cuando vio su rostro colmado de determinación. Era la sonrisa de un dragón.

-Entonces cabalga sobre mi espalda, hija de la ilusión. Aquel que ha robado el ojo de mi hermano de cría se dirige a Azys Lla… al igual que aquellos que portan su gemelo y planean darle caza.

-¿Puedes saber dónde están los ojos del dragón?

El Dragón Sagrado resopló en afirmación.

-Aunque haya caído en la locura, no soporto dejar los ojos de mi hermano en manos del hombre. Así que, ¿qué harás? Nada te obliga a ir…

Ysayle apretó una vez más el cristal en su mano.
El cristal de la luz… una prueba fehaciente de esperanza confiada a ella por la voluntad de la estrella. Reconfortándose con la frescura del cristal dijo:

-¡Llévame contigo, Hraesvelgr!

Eran, extrañamente, las mismas palabras que había dicho aquella mujer hace mil años.
“Llévame contigo, Hraesvelgr. Para que pueda estar cerca de tu alma por siempre jamás.”
Pero Ysayle, no se dió cuenta de que el gran Dragón Sagrado, derramó una lágrima en su interior.

Las alas del dragón, parecidas a las de un águila, se extendieron y atraparon el éter de viento elevándose a los cielos del mar de nubes.
En su espalda, viajaba la mujer que no pudo convertirse en Shiva.

Las horas pasaron mientras el cielo se volvía oscuro y nublado. A lo lejos, una luz brillaba.Una luz tremendamente aterradora.

A medida que se acercaban, pudo distinguir una pequeña aeronave en el centro de una masa de éter que se arremolinaba. La vorágine negra y rojiza creció en intensidad. En ese momento tanto ella como el dragón sintieron una oleada de éter lleno de rencor y odio, de ira y tristeza… y lo entendieron.

-Han desatado el poder de los ojos del dragón…

-¡Debemos darnos prisa Hraesvelgr! - gritó Ysayle, esforzándose por hacerse oír por encima de la cacofonía. - Debajo de ellos, ¡mira!

Un enorme acorazado garleano surgió de las profundidades y se posicionó detrás de la aeronave más pequeña, aquella en la que viajaba el Guerrero de la Luz. En un instante, el aire se llenó de cañonazos.

-Ha llegado el momento de utilizar el don de Hydaelyn.

Ysayle

Ysayle apretó el cristal contra su pecho y sintió que el frío se colaba en su piel. Lo apretó más fuerte que nunca.

-Se ha derramado demasiada sangre en mi nombre. ¿Y todo para qué? Por una falsa causa que creé en falta del calor de una amistad. Shiva… Hraesvelgr…espero que me perdonéis. Pero incluso ahora, no puedo dejar de lado mi sueño, mi sueño de un mañana en el que ningún niño tenga que congelarse solo en la nieve.

Cuando el Dragón Sagrado alcanzó el cielo sobre el gigantesco acorazado del Ejército Imperial, Ysayle cerró los ojos y se dejó caer desde su espalda. Sintiendo su determinación, el Hraesvelgr emitió un rugido de dolor.

Hace mil años, el Dragón Sagrado que devoró a su ser amado, juró no volver a matar a nadie y, fue por esa razón que ella, tampoco pidió su ayuda en esta batalla entre los humanos. Ysayle sintió que se alejaba mientras caía y mil fuegos florecían a su alrededor. Lentamente, abrió los ojos y dijo:

-Gracias, Hraesvelgr.

Después de escuchar su rugido y sentir el dolor del Dragón Sagrado, Ysayle se enfrentó a la batalla final.

Y entonces habló.

-Santa Shiva…¡No! Oh mi propia diosa nacida de mis esperanzas y sueños. ¡Por última vez, te lo suplico! ¡Llena este recipiente con tu luz! ¡Apacigua el odio dentro de nuestros corazones y bendícenos con la gracia eterna!

El cristal en su mano se volvió liviano y se derritió. Y ella se convirtió una vez más en la diosa del hielo. El deseo de la Santa Shiva del mito de Halone, la diosa del glaciar y la guerra que había escuchado desde su infancia, se mezclaron con ella y se convirtió en su propia diosa creada en este mundo para…

Para darles esperanza, a sus verdaderos amigos…