Lia Tales
Lia Tales Housing Savage FTW

Relatos del Crepúsculo : El pecado de Merlwyb

Relatos del Crepúsculo : El pecado de Merlwyb

Para conmemorar el octavo aniversario de FINAL FANTASY XIV, presentamos una nueva colección de historias secundarias: Cuentos del Crepúsculo. Echa un vistazo a estos momentos cruciales de las vidas de nuestros queridos personajes del juego:
Traducción desde el Japonés y el Inglés del relato original publicado en la lodestone.

El pecado de Merlwyb

Con el éxito de las negociaciones de paz en U’Ghamaro, el largo y amargo conflicto entre los kobolds y el pueblo de Limsa Lominsa llegó por fin a su fin. Fue una ocasión alegre que marcó lo que muchos esperaban que fuera el comienzo de una nueva era de armonía y cooperación.

Una vez concluidas sus tareas por el día, la almirante Merlwyb Bloefhiswyn se retiró a la sala de mando y ,como era su costumbre, comenzó a pulir sus queridos mosquetes que la acompañaban constantemente. Nada más empezar, se encontró a la deriva con recuerdos agridulces de la primera vez que tuvo que dispararlos…


En el año 1562 de la Sexta Era Astral, los buques mercantiles de Limsa eran asaltados regularmente por los salvajes sahagin, que codiciaban los cristales que albergaban. Los cristales eran la base sobre la que florecía la industria metalúrgica de la nación, y si el suministro se interrumpía, los hornos se apagaban y los herreros se veían obligados a dejar de lado sus martillos.

Afortunadamente, un hombre tenía la intención de arreglar la situación: Bloefhis Bloefhisyn, antiguo capitán de la Liga de Bastardos Perdidos, y uno de los piratas más peligrosos del reino. Aunque hacía años que había cedido el mando a su hija Merlwyb, seguía ejerciendo mucha influencia entre su flota.

Cuando anunció una campaña para eliminar la amenaza sahagin, todos respondieron a la llamada, y su hija no fue una excepción. Y así fue como Merlwyb trazó el rumbo hacia el Mar de Rhotano, con la esperanza de enorgullecer a su padre.

La oportunidad llegó un día en que su barco, el Lively, recibió una llamada de socorro vía linkpearl de un comerciante cercano. La Orion estaba siendo atacada por un grupo de sahagin y solicitaba ayuda inmediata. Aunque estaba lejos de la flota que le había preparado su padre, sabiendo que el tiempo era esencial, y creyendo que ella sóla era más que suficiente para resolverla, Merlwyb decidió no alertar a su padre y pedir refuerzos, y eligió en su lugar apresurarse a ayudar a la Orion por su cuenta.

Los sahagin gozaban de una ventaja natural en las batallas en el mar, pero gracias a las magistrales tácticas de Merlwyb y a la infalible puntería de su primer oficial y artillero, Lorens, un joven midlander que no llegaba a los 20 años de edad, el Lively era más que un rival para sus enemigos. En poco tiempo, la amenaza sahagin se había disipado; lo único que quedaba era escoltar a la Orion a puerto, y su deber estaría cumplido.

Por desgracia, no fue así.

Un solitario sahagin rezagado, que apenas respiraba después de que una de las balas de Lorens le atravesara las tripas, reunió lo que le quedaba de fuerza física y espíritu y ofreció una ferviente plegaria. Gracias al poder de los cristales alojados en la bodega de la Orion, su desesperada súplica cobró forma, y el Señor del Torbellino emergió de las profundidades.

Al contemplar la colosal forma de Leviatán, mucho más grande que cualquier serpiente marina, Merlwyb supo que la batalla estaba perdida. La primera sacudida de la cola del primal rompió la ①quilla del Lively como una ramita, y sería sólo cuestión de tiempo hasta que la otrora orgullosa embarcación volcara.

En medio de las agitadas aguas, Merlwyb condujo a los afortunados miembros de la tripulación que no habían sido arrojados por la borda a la Orion, que seguía a flote, donde yacían maltrechos y golpeados, casi resignados a su destino. Sin embargo, el ojo de su capitán divisó un rayo de esperanza en forma de varios barcos que se dirigían hacia ellos.

Lorens, exhaló como si se sintiera aliviado mientras levantaba su cabellera dorada como el sol y señalaba:

“Es el viejo… nos hemos salvado….”

También Merlwyb se alegró, aunque maldijo su ingenuidad. ②Puede que tengas el título, pero él sigue siendo el verdadero capitán. Tienes mucho que aprender.

La batalla continuó, el primal y sus esclavos bestia se cobraron innumerables víctimas, pero al final, Bloefhis y su flota consiguieron hacer retroceder a su enemigo bajo las profundidades. Fue ese día cuando los habitantes de Limsa Lominsa comprendieron por primera vez el gran poder de Leviatán, una deidad que podía hundir por sí sola la flota pirata más poderosa y, en la derrota, vivir para luchar otro día.

Menos de una semana después de la batalla, y sin mediar palabra, Bloefhis se alejó en el horizonte con una tripulación de retazos de varios barcos. Los Bastardos que quedaban reconocían claramente la autoridad de Merlwyb como capitán así que no había peligro de motín, pero una sensación de confusión y malestar por la inexplicable partida de su padre impregnaba las filas.

En los meses siguientes, los ataques de los sahagin a los barcos comerciales se hicieron más frecuentes e intensos, y todos ellos implicaban el robo de grandes cargamentos de cristales. Sin embargo, lo más preocupante eran los rumores que los supervivientes llevaban a puerto: que los hombres bestia no luchaban solos, sino con barcos de Limsa Lominsa a su lado. Estos piratas se llamaban a sí mismos los “Segadores de Serpientes”, y se decía que estaban comandados nada menos que por el legendario Bloefhis Bloefhisyn en persona. La revelación de que su propio héroe amado navegaba ahora con sus odiados enemigos arrojó una sombra sobre la ciudad y sus habitantes, que empezaron a temer las sombrías noticias que vendrían a continuación.

Al amparo de una noche sin luna, un solo barco partió de los muelles sin ser visto. En su cubierta se encontraba Merlwyb con un grupo de sus marineros de mayor confianza, con el rostro serio e inquebrantable mientras los vientos helados se abatían sobre ellos. La noticia de la impía alianza de Bloefhis había hecho que los Bastardos cayeran en desgracia con las demás bandas de piratas y que muchos los miraran con desconfianza y recelo, sobre todo a Merlwyb, la hija del traidor.

Sin embargo, a pesar de sus precauciones, pronto se encontró con un visitante no deseado. Al oír pasos, se giró y se encontró con una auténtica montaña de hombre ante ella. Aunque la máscara de hierro oscurecía su rostro, no dejaba de revelar su identidad como nada menos que Mistbeard, notorio pirata y el mayor rival de su padre. Apuesto a que ha venido a hacer justicia con la hija del traidor.

“¿Pretendes traerle de vuelta, verdad?”

Aunque amortiguada por la máscara, percibió cierta calidez en la voz retumbante.

“No. Voy a matarlo”.

Durante un largo momento, el gigantesco pirata la miró en silencio.

“Vaya, pensé que tendría que detenerte a toda costa si pensabas traerle de vuelta”, dijo por fin. “Pero siendo esa tu resolución, llévate esto…”.

Sacó sus dos mosquetes favoritos y se los tendió a Merlwyb.

“Sé que son buenas armas, pero ¿porqué me las das a mi?”

“La era de los viejos bucaneros como Bloefhis y yo mismo está a punto de terminar. Él lo sabía bien, por eso te dejó a cargo de los Bastardos. Si tienes la intención de cumplir con tu deber, entonces déjame ser tu cómplice”.

Merlwyb no tenía ni idea de la verdadera relación que había entre Mistbeard y su padre. Sin embargo, al sostener los mosquetes gemelos cerca de su pecho mientras el barco se adentraba en las negras aguas, no pudo evitar sentirse animada por el acto de que él quisiera acompañarla en el pecado de matar a su propio padre.

Justo antes de que los primeros rayos del amanecer aparecieran en el horizonte, el barco de Merlwyb llegó a la pequeña isla que los Segadores de Serpientes habían reclamado como su escondite. Y en efecto, después de desembarcar con un grupo de hombres con hachas y aventurarse un poco hacia el interior, fueron atacados por una variopinta banda de piratas y centinelas sahagin. Los rumores son ciertos, entonces…

Con los mosquetes en la mano y un corazón de acero, disparó y mató a uno tras otro. Entre sus adversarios había antiguos compañeros y amigos de la infancia, aunque sus expresiones y ojos salvajes los hacían casi irreconocibles. Por desgracia, aunque luchó con valentía, sus enemigos eran legión, y uno tras otro sus hombres resultaron heridos o algo peor.

“Así que así es como todo termina…”

Merlwyb casi se había resignado a su destino cuando sonó un disparo y un sahagin que estaba a unos metros de ella cayó al suelo. Se giró y se encontró cara a cara con Lorens, su primer compañero de confianza, al que había hecho todo lo posible por ocultar su partida. En caso de que ella faltase, él podría encargarse de todo.

“¿Qué demonios estás haciendo aquí?”

“Sería un lamentable primer oficial si dejase que mi capitana se mate en una misión suicida, ¿no?” respondió Lorens con una sonrisa.

Merlwyb se burló. “Si hubieras tardado más, eso es exactamente lo que habría pasado”.

“¿Qué puedo decir?” Lorens se encogió de hombros. “¡Sabes que no tengo sentido de la orientación! Cuando salí de la bodega ya os habíais ido, y no sabía a dónde ni tuvisteis la cortesía de dejar un mapa”.

La capitana y su compañero continuaron con sus animadas bromas mientras se enfrentaban a sus enemigos en perfecta armonía. El orgulloso francotirador Lorens apoyaba desde la distancia a Merlwyb que apuntaba mortalmente con sus mosquetes a todo el que se le acercara. De este modo avanzaron juntos hacia el centro de la isla, donde se encontraron con la entrada de una cueva.

Fue en las profundidades de las cavernas donde finalmente encontraron a Bloefhis, o al menos, lo que quedaba de él. La otrora imponente figura se había consumido. Su pálida piel se pegaba a su demacrado cuerpo, y sus mechones y barba estaban salpicados de blanco y gris. Su floja mandíbula colgaba abierta y la saliva se acumulaba en la tierra. Merlwyb y Lorens sólo pudieron mirar con horror cuando Bloefhis empezó a hablar, con una voz apagada.

“Hija mía… Lorens… ¿habéis venido… a uniros a nosotros?”

Lorens miró a Merlwyb, que permanecía en silencio, antes de responder en su lugar.

“¿Qué te ha pasado viejo?”

“¿No lo sabes Lorens? Es imposible para los simples mortales enfrentarse al poder de un dios”, entonó Bloefhis como si estuviera en trance. “Pero si juras lealtad al dios de las aguas, podrás vivir libre en el mar…”

Si hubiera sido años más tarde, cuando se comprendiera mejor la naturaleza de los primal, habrían sabido entonces que el antiguo capitán había sido templado, y lo habrían mirado no con desprecio sino con piedad. Pero en aquella fría mañana en aquella oscura cueva, todo lo que Merlwyb sabía era que el pueblo condenaría a su padre como un demente traidor. Aun así, una parte de ella creía que las palabras de su padre ya no eran suyas. Y aunque entendía la falta de sentido en intercambiar palabras con él, Merlwyb no pudo evitar responder.

“¡Imposible es una palabra acuñada por los débiles! Tú me lo enseñaste. Y sabes muy bien que la libertad no nos la regala un dios, sino que la reclamamos con nuestras propias manos”.

Bloefhis sacudió la cabeza y suspiró.

“Mi pobre hija descarriada… Pensé que te había educado mejor que esto…”

En el fondo de su corazón, Merlwyb sabía desde el principio cómo iba a terminar. No había venido a razonar con su padre, sino a dictar su sentencia, y la traición era un crimen que se castigaba con la muerte.

“Ahora no hay nadie más que nosotros en esta isla”, dijo, con un tono medido y firme. “Te reto a un duelo a muerte. Si te queda una pizca de honor de pirata, aceptarás”.

Aquella sonrisa enfermiza y burlona que tenía Bloefhis se desvaneció lentamente cuandose puso en pie y se encontró con su mirada. Aunque no dijo nada, su respuesta fue clara. Lorens serviría como único testigo, y no habría segundas oportunidades para ninguna de las partes. Una lamentable excusa para un duelo, pero será suficiente.

Padre e hija se juntaron, y luego ,sin intercambiar palabras, se dieron la espalda. Sus pasos resonaron con eco mientras se alejaban cada vez más. Se siente tan lejano ahora…

Recordó el día en que lo había perdido, condenándolo a este destino con su arrogancia e imprudencia. Se detuvieron en los extremos opuestos de la caverna y esperaron la señal.

Lorens extendió la mano derecha, abriendo lentamente el puño cerrado. La moneda de oro captó la luz mientras empezaba a rodar por el aire. Huérfano cuando aún era un bebé, Lorens no había conocido más familia que los Bastardos, ni más padre que Bloefhis.

Será mi bala. Mi pecado. Aun así, lamento hacerte partícipe de esto.

El tintineo de la moneda al golpear el suelo resonó en toda la cueva, y en un instante, padre e hija giraron para despedirse.

La bala de Merlwyb voló recta y certera y se enterró en el pecho izquierdo de su padre. Con el mosquete aún colgando de su mano, Bloefhis cayó de rodillas.

“Merlwyb, Lorens… Siento haber tenido que haceros pasar por esto…” consiguió decir con la respiración entrecortada. “Prometedme… que os encargaréis de todo y me haréis sentir orgulloso…”

La sonrisa en sus últimos momentos era la del padre que Merlwyb conocía y amaba. Lorens miró el cuerpo inmóvil de su antiguo capitán.

“…Esto no ha terminado. Ese maldito primal todavía está ahí fuera, y una banda de piratas comunes no está equipada para terminar el trabajo”.

Apretando el puño, Lorens continuó.

“Me iré de viaje. Sí, reuniré talentos de todo el mundo para formar un cuerpo mercenario que mate a esos malditos dioses salvajes. Porque eso es lo menos que puedo hacer por el viejo….”.

Lorens no dijo nada más, y se limitó a mirar a Merlwyb a los ojos de modo inquisitivo.

“Yo….”


Merlwyb

Con los cañones de sus dos mosquetes pulidos, Merlwyb los dejó a un lado y se acercó a la ventana para contemplar el mar. No era la primera vez que los recuerdos de aquel fatídico día acudían sin avisar, y no sería la última. Y cada vez daba gracias a los dos hombres que la habían ayudado a superar la más terrible de las pruebas. Uno de ellos dejó de lado su máscara y sigue siendo uno de sus asesores más cercanos.

El otro, por desgracia, desapareció en los días posteriores a la Calamidad. Sin embargo, en el fondo, Merlwyb sabía que estaba ahí fuera, en algún lugar, esperando a hacer su regreso cuando las terribles tormentas volvieran a amenazar los mares.

Después de todo, si soy la hija de mi padre, entonces en todo menos en la sangre él es el hijo de mi padre.

Notas de Traducción:

①.Quilla: 「龍骨」o Quilla es una pieza alargada de madera o de hierro, que va de proa a popa por la parte inferior de una embarcación, y en la que se apoya toda su armazón.

Yugiri

②.Hay varias partes del relato en que Merlwyb habla en primera persona, marcadas en el texto en cursiva.